Doctrina, esencia, historia

Trom
5 min readDec 29, 2020

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En el peronismo es frecuente hablar de peronistas doctrinarios, diferenciados de peronistas no doctrinarios. Generalmente los primeros se autodenominan ortodoxos; esto haría de los segundos los heterodoxos, pero nunca reciben este nombre. En los ’70, p.ej., podían llamarse a sí mismo revolucionarios, la JP, etc.; a su vez eran llamados por los otros zurdos o infiltrados. Según esta distribución, los verdaderos (ortodoxos) peronistas serían tales por su fidelidad a la doctrina (doctrinarios) peronista. Tenemos así un modo de pertenecer al peronismo y de excluir a otros. Pero esto supone que hay un modo único de ser fiel a una doctrina, de modo que quien la tiene posee el peronómetro. ¿Es así? ¿Y qué es una doctrina?

Comúnmente se sobreentiende que una doctrina es un conjunto sistemático de verdades eternas que da respuesta y solución a cualquier interrogante. Tendría entonces rasgos de doctrina religiosa o tal vez metafísica. Esto no es del todo ajeno al peronismo, ya que uno de los problemas que recorren La comunidad organizada es si es posible una construcción colectiva sin apoyo en la transcendencia, o sea, el desencantamiento del mundo. De este modo, la doctrina peronista sería un substituto o una prótesis de la religión, el cual revertiría la atomización de la secularización. Si este fuera el significado de “doctrina” en “doctrina peronista”, los autodenominados ortodoxos tendrían razón al menos en su procedimiento: habría una verdad una, eterna e inmutable, y sería peronista quien cree en esa verdad.

Pero sucede que ese no es en absoluto el sentido de “doctrina”. No hay que olvidar que Perón era militar y que hay un sentido militar específico de la doctrina. Esto no significa que la doctrina peronista sea militar más bien que, p.ej., filosófica o política, significa que el sentido de la palabra “doctrina” es el militar. Bien, ese es justamente el sentido que encontramos cuando Perón explica qué es una doctrina, particularmente en su libro más importante, Conducción política. La doctrina no es un conjunto de respuestas eternas y afirmaciones siempre válidas porque ni siquiera es un conjunto de respuestas. Citamos de las primeras páginas un párrafo importantísimo pero que suele ser pasado por alto:

Generalmente, las doctrinas son exposiciones sintéticas de grandes líneas de orientación, y representan (…) solamente el enunciado de innumerables problemas; pero la solución de esos problemas, realizada por el examen analítico de los mismos, no puede formar cuerpo en esa doctrina sin que constituya toda una teoría de la doctrina misma, así como también de ese análisis surgen las formas de ejecución de esa doctrina y de esa teoría.

Perón habla de un continuo tripartito: doctrina, teoría y formas de ejecución. Por definición, en la doctrina no hay soluciones, estas se encuentran en la teoría; en la doctrina lo que se muestra son problemas. En otra parte del libro, Perón asocia la doctrina a la percepción y al ver, a la intuición y a la comprensión, mientras que el aprendizaje, la intelección y el raciocinio están más bien ligados a la teoría. La doctrina peronista no es una doctrina como querrían los autodenominados ortodoxos, como una doctrina escolástica, porque no responde absolutamente nada, lo que hace es enseñar a ver, enseñar a percibir. Adelantándose varias décadas a la epistemología, Perón no cree que para ver baste con abrir los ojos, la mera percepción está ya previamente orientada, y puede orientarse de diferentes modos. Inculcar una doctrina es darle a alguien un modo de percibir, por oposición a otros modos. Es orientar la percepción de cierto modo. Y otra forma de definir la doctrina es, justamente, como una gran orientación, direccionar de un modo muy amplio, “poner a todos a patear para el mismo lado”. Claro que la ambición del peronismo es una única orientación para todo el movimiento y, si es posible, para todos los argentinos. Esa dirección común a todos es lo que da comunidad. Y la doctrina es amplia para poder contener a todos.

Ahora bien, esto significa que la doctrina nunca se hace presente completamente y como en persona, sino que va presentándose por sus desarrollos, que son la teoría y las formas de ejecución. La doctrina tiene que actualizarse en al menos 2 sentidos, el de volverse actual, como realización de lo que estaba en potencia, y al ajustarse a la actualidad, al presente. El primer sentido es un desarrollo interior de la doctrina, pertenece a la concepción organicista, tan cara a Perón; podemos comparar a la doctrina con una semilla que debe volverse árbol, el árbol es la actualización de la semilla, la semilla contiene en sí los elementos necesarios para volverse árbol. El segundo es un desarrollo que le viene del exterior, implica que la doctrina puede incorporar elementos nuevos y que debe hacerlo para no quedar petrificada y obsoleta. En cualquiera de los dos casos, Perón admitía que las doctrinas cambian, evolucionan, y que sólo los grandes principios son eternos.

El mismo creador de la doctrina peronista no sólo señala que las doctrinas y los tipos de conducción varían en el espacio y en el tiempo (o geográfica e históricamente), sino que dice también en Conducción política que la doctrina provee una dirección, pero con una gran amplitud de movimiento, sin nada excesivamente fijo:

La doctrina no es una regla fija para nadie. Es, en cambio, una gran orientación con principios; con principios que se cumplen de distinta manera. No se está atado a nada fijo, pero sí se tiene la orientación espiritual para resolverse, en todas las ocasiones, dentro de una misma dirección pero en un inmenso campo de acción para la ejecución.

Es típico atribuirle estatus de doctrina a todo lo que hizo y dijo Perón, aun cuando haya dicho y hecho cosas contradictorias. Esto es posible porque se hace pasar por doctrina lo que es sólo teoría o formas de ejecución. Pero incluso lo que es doctrina y consecuencia directa de los principios puede variar ampliamente, como lo dice el mismo Perón. Hay que adaptar la doctrina a cada caso concreto porque la historia no se repite, de ahí la importancia de desarrollar el criterio para decidir en cada caso (y eso es lo que permite que Perón haya dicho y hecho cosas contradictorias sin traicionarse ni desdecirse). Todo ello no significa prescindir de la doctrina, sino tener la capacidad de adaptarla a cada circunstancia particular.

Vemos entonces que la división entre ortodoxos y no ortodoxos da por supuesta una interpretación de la doctrina que es incorrecta, o al menos muy limitada. Es un desacierto de los que quedan agrupados del lado no ortodoxo el aceptarla, porque evidentemente es una operación que surge del lado autodenominado ortodoxo para desacreditar a los otros. La respuesta no debería ser desechar la doctrina y el “verdadero peronismo”. Debería ser reivindicar para sí el nombre de ortodoxos y doctrinarios. Son todos peronistas, lo que hay es una lucha por decidir qué es el peronismo. Al aceptar que los ortodoxos son los otros, ya perdieron la batalla.

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Trom

Porque hacer hilos de TW es de mal gusto pero hay que decir cosas largas.